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UN PUEBLO DE SANGRE Y DE FIESTA, DE CRUZ Y DE ESPADA

El Norte Argentino (NOA), y el llamado Norte Grande integrado por las regiones alto peruanas y bolivianas, tuvieron un papel decisivo en la epopeya liberadora de Sudamérica, formando parte de un todo y no con la actual división política. En ella, participaron activamente distinguidos miembros de la iglesia de ese tiempo.

La labor evangelizadora en el Virreinato del Alto Perú comenzó el mismo día en que los españoles llegaron a nuestras tierras y emprendieron la gesta conquistadora. Las órdenes religiosas iban llegando paulatinamente, y fueron organizando la estructura de una iglesia, con los nuevos obispados, ligada al poder civil y militar de ese tiempo. Un pueblo que se fue forjando en un clima de cristiandad, con el espíritu de la contrarreforma que se respiraba en Europa, especialmente en el reino de España. Como afirmó el Dr. Marcelo Trejo, "un pueblo de sangre y de fiesta, de cruz y de espada".

Luego de diversas vicisitudes políticas, económicas, bélicas, el pueblo fue afianzando una religiosidad cristiana que se hizo cultura solidificada con la base de la religiosidad de los pueblos precolombinos con su propia cosmovisión. El NOA tiene una religiosidad profundamente arraigada en sus entrañas, en lo profundo de su ser cultural, con matices de la primera evangelización y con rasgos propios de la región, sea andina o chaqueña. Es un gran escenario mítico-religioso-popular.

Dentro de las grandes manifestaciones populares en el NOA, ya oficiales, podemos pensar en el culto al Señor y la Virgen del Milagro en Salta, con características muy particulares en cuanto fiesta popular cristológico-mariana, la Virgen del Valle en Catamarca con un fuerte liderazgo en el Norte Grande, aún vigente; la Virgen de Sumampa en Santiago del Estero; Nuestra Señora del Rosario de Río Blanco y Paypaya en Jujuy. En todas ellas está presente la peregrinación, como una manifestación muy antigua que en las fiestas del Milagro de Salta vienen creciendo año tras año.

La peregrinación, experiencia religiosa universal, es una expresión característica de la piedad popular, estrechamente vinculada al santuario, de cuya vida constituye un elemento indispensable: el peregrino necesita un santuario y el santuario requiere peregrinos.

La Iglesia, dada la conformidad que existe entre la doctrina de Cristo y los valores espirituales de la peregrinación, no sólo ha considerado legítima esta forma de piedad, sino que la ha alentado a lo largo de la historia. Se frenaron a partir de la Ilustración, y se hablaba más de peregrinación espiritual. Pensemos en los grandes santos peregrinos, como el caso de San Roque de Montpellier en tiempos de las pestes en Europa. A partir de la segunda mitad del siglo XIX las peregrinaciones tienen como meta santuarios que son particulares expresiones de la identidad de la fe y de la cultura de una nación; este es el caso, por ejemplo de los santuarios de Luján, Aparecida, Asís, Caacupé, Czestochowa, Fátima, Guadalupe, Lourdes, etc.

En Salta, cada año aumentan, no sólo la cantidad de peregrinos, sino los puntos de salida al Santuario, llegando casi a cien grupos con miles de peregrinos cada uno de ellos, poniendo de manifiesto la gran diversidad y riqueza cultural que posee nuestra región. Tal vez sea tiempo de pensar en trazar un camino de la fe, con íconos de la historia bíblica o sacramental de la iglesia, como itinerario catequético a lo largo de los principales recorridos, sobre todo los trazados imaginariamente desde la Puna, o Valles lejanos. Los monumentos son la memoria visible de lo que aconteció. Ya que los peregrinos, no son sólo lugareños, hoy, vienen de todo el país, de las grandes ciudades a caminar, a aprender y abrevar de la fe de nuestro pueblo. El Santuario del Señor y Virgen del Milagro deberían estar a la altura de los grandes centros de espiritualidad del mundo. Es desafío y a la vez, una tarea urgente. Está en manos del pueblo de Dios y de la autoridad eclesiástica que así sea.

Lo paradójico es que, mientras avanza el fenómeno urbano en nuestras "ciudades-pueblos" y parece desdibujarse la cristiandad en un nuevo laicismo, justo y necesario, este escenario mítico-religioso-popular está en constante crecimiento, en un marco socio-político-económico desafiante y conflictivo, que nos obliga a pensar que algo está pasando por el corazón del hombre del NOA, algo está latente en el pueblo. Una tarea para desentrañar desde la teología.

Tenemos nuevos desafíos pastorales y sociales en la Iglesia, gastamos mucha energía en buscar novedades. El pueblo sencillo nos habla por sus ritos de aquellas semillas del Verbo y de los girones que quedaron de la primera evangelización que se centró en Cristo y su Madre, y nos invita a descubrir desde la ciencia religiosa y la teología, apoyados por la historia, la etnografía y la antropología, caminos ya comenzados.

Sólo hace falta una mirada atenta, un oído afinado y un gran respeto por las expresiones del pueblo.

(El autor es Licenciado en Ciencias Religiosas)


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